MEDIOS
DE COMUNICACIÓN
La relación entre religión y política
Autor: Yenifer
La religión ha sido una de las fuerzas más influyentes en
la formación de las culturas a lo largo de la historia humana. Su impacto no
solo ha moldeado creencias y prácticas espirituales, sino que también ha dejado
una huella profunda en el desarrollo de la identidad cultural, las normas
sociales, las leyes y la política. La intersección de la religión y la cultura
varía significativamente de un país a otro, y cada sociedad interpreta y vive
esta relación de manera única.
En muchas sociedades contemporáneas, la religión continúa
siendo un motor importante en la configuración de la identidad cultural,
mientras que, en otras, la secularización y la globalización han modificado su
rol, abriendo el espacio a una diversidad de creencias y prácticas que
coexisten y se influyen mutuamente. En este contexto, el estudio del impacto de
la religión en la sociedad moderna es crucial para entender cómo las
tradiciones religiosas continúan influyendo en la moralidad, los sistemas
educativos, las leyes, las relaciones de poder, y las dinámicas de inclusión o
exclusión en el mundo globalizado.
El profesor Jean Marie Chenou, del Departamento de Ciencia
Política, conversó con los profesores Carlos Manrique, del Departamento de
Filosofía, y Carlos Ramírez, del Departamento de Ciencia Política, sobre estos
temas. JMC: ¿Cómo abordar, a su juicio, la relación entre religión y política?
CM: existen dos perspectivas principales para abordar la relación entre
religión y política. La primera perspectiva es la normativa, que plantea la
pregunta sobre cómo debería ser esa relación y asume que debe ser regulada y
controlada. Esta es la comprensión dominante en nuestra sociedad, donde el
secularismo o laicismo se ven como principios normativos integrales al Estado
liberal. En ese marco puede distinguirse entre un secularismo negativo y uno
positivo
“En el mundo de la acción política, en conexión con
factores no religiosos, se usan ciertas razones y prácticas que valen como
religiosas”
El primero busca una libertad de la religión, separándola
del Estado y la esfera pública y viéndola como una amenaza para estos, y tiene
raíces históricas en la laicité "Laicismo" como valor republicano central al ethos cívico
tras la revolución francesa; mientras que el segundo implica una libertad para
la religión vista como un elemento importante de la vida social y tiene su
origen en la historia de la fundación del Estado-Nación en Norteamérica. Desde una perspectiva más
histórica, en cambio, no se trata de regular la relación entre religión y
política, sino de comprender cómo se ha configurado históricamente en las
sociedades occidentales. Desde esta perspectiva, se critica el secularismo como
una configuración histórica asociada al desarrollo del capitalismo, al Estado
moderno y al colonialismo. Un ejemplo emblemático de este debate es la ley
francesa de 2005 que prohíbe el uso del velo para las niñas musulmanas en las
escuelas públicas. Esta ley refleja la perspectiva normativa del Estado
francés, que busca regular la relación entre religión y política y proteger los
espacios públicos de lo que considera una amenaza religiosa. Sin embargo, desde la
perspectiva histórica y crítica de investigadores como Talal Asad o Sabah
Mahmood, se ve esta ley como una forma de racismo de Estado y neocolonialismo.
Carlos Ramírez comenta: se debe hacer un uso muy cauteloso del concepto de religión. Ante las posturas abolicionistas, que rechazan su uso, por considerarla un concepto no nativo y por sus connotaciones políticas nada neutrales, me inclino hacia perspectivas que hablen en términos de parecidos de familia o de clasificaciones polinómicas. En esos casos no hace falta buscar una ‘esencia’ constante de la religión, sino rastrear superposiciones parciales entre las propiedades de distintos casos. No hace falta hallar, digamos, el núcleo que permite hallar los rasgos comunes del budismo, el candomblé y el cristianismo, sino hallar, desde una perspectiva sincrónica o diacrónica, elementos compartidos y no compartidos. El concepto de religión tiende a ocultar la heterogeneidad de esas dimensiones. De la mano de esto, y pensando en la relación entre religión y política, creo que es importante no ‘personificar’ las tradiciones y atribuirles agencia o intencionalidad, tal como cuando se dice que ‘el cristianismo produjo X’, ‘el islam cree que… y’. Los únicos agentes son los individuos. En esa medida creo que debe evitarse. Más que hablar de ‘religión y política’ me interesa ver cómo, en el mundo de la acción política, en conexión con factores no religiosos (cálculos utilitarios, lealtades a ciertas organizaciones, diversas ideologías, rasgos psicopatológicos), se usan ciertas razones y prácticas que, desde la perspectiva de los agentes o de los observadores, valen como religiosas.
Si las identidades de los agentes – en medio de las
modernidades múltiples que constituyen el mundo contemporáneo – son plurales,
complejas y cambiantes, no se puede derivar la acción política, de manera
directa, de un monolítico trasfondo religioso.
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